De los cerca de 20 mil jaguares que vivían en México en la década de 1930, actualmente se estima que sólo existen alrededor de 3 mil 500.
El jaguar es el felino más grande de América: Su distribución natural recorría el continente desde el sur de Estados Unidos hasta el centro de Argentina, pero algunos cálculos señalan que hoy en día sus poblaciones ocupan apenas un 30 por ciento del territorio original.
El primer Censo Nacional del Jaguar, a realizarse durante 2008, busca conocer con precisión cuántos jaguares habitan actualmente en México, en qué zonas se concentran y cuáles son las principales amenazas para su vida silvestre.
“Sólo así podremos diseñar una estrategia adecuada de conservación para estos felinos, para muchas otras especies asociadas a ellos y para sus ecosistemas en diversas regiones de México”, advierte Gerardo Ceballos, investigador del Instituto de Ecología de la UNAM y líder del proyecto.
El conteo, que realizarán 20 grupos científicos, cuenta con el apoyo de instituciones académicas como la UNAM, la Universidad Autónoma del Estado de México y el Museo de Historia Natural del Estado de Chiapas; gubernamentales como la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas de la SEMARNAT y la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio); organizaciones civiles como Ecociencia y Naturalia; y privadas como la Alianza WWF–Telcel, Pronatura y el Fondo Banamex, entre otras.
El censo —que iniciará el próximo enero y estima tener resultados preliminares en agosto de 2008— se realizará simultáneamente en 13 estados del País, confirmaron expertos participantes en el Tercer Simposio El Jaguar mexicano en el siglo XXI, una iniciativa académica que busca, desde hace tres años, mecanismos eficientes para conservar al felino y sus ecosistemas.
Rastreando a Balam
Nombrado “balam” por los mayas y “ocelotl” por los aztecas, el jaguar (Panthera onca) fue considerado por las culturas mesoamericanas como símbolo de poder y divinidad.
Sin embargo, este felino agrupado entre los grandes depredadores está gravemente amenazado, básicamente por la destrucción de su hábitat y la cacería ilegal.
“El jaguar necesita de grandes extensiones para vivir. Por eso es especialmente vulnerable ante la reducción de su hábitat”, explica el biólogo Cuauhtémoc Chávez, del Instituto de Ecología de la UNAM, uno de los autores del método estadístico que permitirá conocer con precisión cuántos jaguares existen en ecosistemas tan distintos como los de Sonora y Quintana Roo.
En Yucatán, Chiapas, Oaxaca, Jalisco, Nayarit, Sinaloa y quizá en Tamaulipas y Sonora sobreviven poblaciones viables para la recuperación del jaguar, estima Ceballos.
“Pero dependen de la continuidad genética, de la conexión reproductiva entre las diferentes poblaciones, y por eso planteamos estrategias para asegurar que los corredores biológicos se mantengan y no queden sólo poblaciones aisladas”, aclara.
La observación no invasiva y el monitoreo de la vida silvestre de los jaguares son la parte esencial del censo, el cual realizarán científicos e integrantes de organizaciones civiles que conocen los ecosistemas, ya sea porque las personas viven cerca de ellos o porque han hecho trabajo de campo durante varios años en esos sitios.
“El primer elemento que comparten quienes realizarán la vigilancia directa es el conocimiento de las zonas, y el segundo es la aplicación homogénea del censo, para lograr resultados confiables”, resume Chávez.
Los estudiosos contarán con 60 cámaras fotográficas que, repartidas entre las 15 zonas de estudio ubicadas en 13 estados —Oaxaca y Chiapas tienen dos sitios de vigilancia por sus condiciones topográficas— realizarán un registro constante de la vida silvestre de los jaguares.
Colocadas estratégicamente en zonas de tránsito de los felinos a distancias que varían de uno a cuatro kilómetros entre ellas, las cámaras dotadas de sensores de temperatura podrán captar el paso cotidiano de los jaguares y su ciclo de vida, que incluye el encuentro con sus presas y sus hábitos de conducta.
“Además de contar las poblaciones, buscamos estimar el tipo de presas, conocer los hábitos de los jaguares y qué los está afectando, así como recuperar la relación entre este felino y el ser humano, para promover a partir de esa relación medidas de mitigación y conservación”, finaliza Chávez.
Por: Patricia López /Reforma